En Argentina fue posible ver
televisión en color por primera vez en 1978. Luego se contaría paulatinamente
con aparatos más chatos, pantallas más grandes y un continuo aumento de la
definición hasta estar hoy en el Full HD. Las escuelas sumaron televisores como recurso pedagógico
con el complemento de reproductores de
videocasettes VHS y luego DVD.
Los monitores de computadoras tiempo
después seguirán la misma evolución. Cambiará además el formato pasando por PCs,
Notebooks, Netbooks y Tablets. Ya en este último caso además de la reducción
general de tamaño, todo se compacta en una pantalla y se opera de modo táctil.
En las instituciones escolares se fueron sumando paulatinamente estos
dispositivos proveyendo el Estado masivamente netbooks a docentes y alumnos a
partir de 2010 así como en mucho menor
medida tablets.
Un complemento didáctico
interesante resultaron los proyectores digitales que pueden vincular a un
computador individual con una pantalla muy amplia de aprovechamiento para
presentaciones grupales. Aportan en esta línea un gran salto cualitativo los
smartboards o pizarras digitales las cuáles además de su software educativo propio
cuentan con algunos periféricos que facilitan el trabajo interactivo en el
aula. Sería interesante discutir porque la inclusión de estos últimos equipos
fue tan reducida en las Escuelas cuando su costo es equivalente a no más de 8
notebooks. Habrá sido cuestión de costos o hubo otras intencionalidades.
Dentro de la misma lógica del
desarrollo de lo electrónico los teléfonos móviles siguen la misma evolución
con sus pantallas en los últimos años. Pero aquí ocurre lo inverso respecto de
la superficie de pantalla disponible que tiende a crecer. Así ya muchos de los
dispositivos disponibles entran en la categoría de “phablet” [phone
+ tablet] con sus casi 6” de
display. Combinando la creciente calidad de imagen más la multiplicidad de
funciones lo tornan en dispositivos muy
potentes. Todos los alumnos portan un celular de este tipo más allá del nivel
socio-económico de que provengan, en permanente actualización de modelos y en
perfecto funcionamiento. Sin embargo las escuelas no han encontrado un modo
sistemático de aprovechar con fines pedagógicos estos recursos de costo cero
para ellas. Claro que en esos casos habrá que discutir también como vincularlos
a través de redes institucionales de wi-fi que hoy son obsoletas.
La Institución Escuela ha
convivido con todos estos formatos de pantalla color en apenas dos décadas.
Algunos están sin uso por la llegada de otros más modernos. Se paso de recibir
un mensaje unidireccional a poder
interactuar con la imagen, e incluso a ser productores de contenidos
audiovisuales. También es posible ser receptor de sonidos totalmente desvinculados
de lo que se está viendo. Por otra parte estas cuestiones también se dan en la
calle, en un vehículo o en la casa y en cualquier horario por lo que la
exposición a ellos es permanente. Parece urgente discutir entonces hasta qué
punto la capacidad de escucha como la de construir pensamiento fue modificada,
cual es la posibilidad real del docente de comunicar eficazmente y en qué proporción a
pesar de las oportunidades tecnológicas se producen contenidos tanto propios
como originales.
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