lunes, 15 de febrero de 2016

PANTALLAS EN LA ESCUELA


En Argentina fue posible ver televisión en color por primera vez en 1978. Luego se contaría paulatinamente con aparatos más chatos, pantallas más grandes y un continuo aumento de la definición hasta estar hoy en el Full HD. Las escuelas  sumaron televisores como recurso pedagógico con el complemento de reproductores  de videocasettes VHS y luego DVD.

Los monitores de computadoras tiempo después seguirán la misma evolución. Cambiará además el formato pasando por PCs, Notebooks, Netbooks y Tablets. Ya en este último caso además de la reducción general de tamaño, todo se compacta en una pantalla y se opera de modo táctil. En las instituciones escolares se fueron sumando paulatinamente estos dispositivos proveyendo el Estado masivamente netbooks a docentes y alumnos a partir de 2010 así como en  mucho menor medida tablets.


Un complemento didáctico interesante resultaron los proyectores digitales que pueden vincular a un computador individual con una pantalla muy amplia de aprovechamiento para presentaciones grupales. Aportan en esta línea un gran salto cualitativo los smartboards o pizarras digitales las cuáles además de su software educativo propio cuentan con algunos periféricos que facilitan el trabajo interactivo en el aula. Sería interesante discutir porque la inclusión de estos últimos equipos fue tan reducida en las Escuelas cuando su costo es equivalente a no más de 8 notebooks. Habrá sido cuestión de costos o hubo otras intencionalidades.
Dentro de la misma lógica del desarrollo de lo electrónico los teléfonos móviles siguen la misma evolución con sus pantallas en los últimos años. Pero aquí ocurre lo inverso respecto de la superficie de pantalla disponible que tiende a crecer. Así ya muchos de los dispositivos disponibles entran en la categoría de “phablet”  [phone + tablet] con sus casi 6” de display. Combinando la creciente calidad de imagen más la multiplicidad de funciones lo tornan en  dispositivos muy potentes. Todos los alumnos portan un celular de este tipo más allá del nivel socio-económico de que provengan, en permanente actualización de modelos y en perfecto funcionamiento. Sin embargo las escuelas no han encontrado un modo sistemático de aprovechar con fines pedagógicos estos recursos de costo cero para ellas. Claro que en esos casos habrá que discutir también como vincularlos a través de redes institucionales de wi-fi que hoy son obsoletas. 


La Institución Escuela ha convivido con todos estos formatos de pantalla color en apenas dos décadas. Algunos están sin uso por la llegada de otros más modernos. Se paso de recibir un mensaje unidireccional a poder  interactuar con la imagen, e incluso a ser productores de contenidos audiovisuales. También es posible ser receptor de sonidos totalmente desvinculados de lo que se está viendo. Por otra parte estas cuestiones también se dan en la calle, en un vehículo o en la casa y en cualquier horario por lo que la exposición a ellos es permanente. Parece urgente discutir entonces hasta qué punto la capacidad de escucha como la de construir pensamiento fue modificada, cual es la posibilidad real del docente de comunicar eficazmente y en qué proporción a pesar de las oportunidades tecnológicas se producen contenidos tanto propios como originales.

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